Luis Henry Molina prende la alarma: “Sin ética en la justicia, nos lleva el diablo”
Luis Henry Molina no fue a echar cuentos. Subió al podio y soltó la pura verdad: si la justicia pierde la ética, se nos cae el país encima. Así mismo lo dijo, sin adornos y con tono firme, durante la Cátedra Dr. Manuel Bergés Chupani en la UCSD, frente a jueces, abogados, estudiantes y gente que todavía cree que este país puede caminar derecho.
Desde que empezó, dejó claro que no vino a hablar bonito, sino a poner el dedo en la llaga. Habló de amenazas autoritarias, de discursos simplones que suenan lindo pero huelen a peligro, y de lo urgente que es no bajarle un chin a los principios que sostienen la democracia dominicana.
No hay democracia sin jueces con carácter
Molina dijo que ser juez no es solo saberse el Código. Es entender que cuando uno se sienta en esa silla, está decidiendo sobre la vida de otro. No es juego. Y si no hay ética en ese proceso, lo que se hace no es justicia, es abuso.
Y ojo, que esto no es solo teoría. Dijo que la justicia dominicana viene de un pasado bien feo: autoritaria, servil, y más interesada en cuidar los privilegios del poder que en defender a la gente. Pero hoy, según él, esa historia está cambiando. Se ha ido avanzando —poco a poco y con tropiezos— hacia un sistema más justo, más abierto y más centrado en las personas.
Ética no es moda, es compromiso
“La ética no puede ser un lujo ni una etiqueta”, dijo Molina. “Tiene que ser parte del ADN del sistema”. Y no se refería a seguir reglas por miedo a castigo, sino por convicción. Porque lo correcto se hace, aunque nadie esté mirando.
Él habló de una ética con tres patas fuertes:
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Justicia rápida, que respete el tiempo de la gente.
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Transparencia real, no de papel.
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Un trato digno, sin arrogancia ni burocracia que canse.
Y como ejemplo, mencionó que ya el 91 % de los trámites judiciales del Distrito Nacional se hacen online. Eso no es poca cosa en un país donde antes hasta una simple certificación te comía el día entero.
Pensar como país, no como despacho
Otro punto que soltó Molina —y que vale oro— es que la justicia no puede seguir actuando como si fuera un mundo aparte. Tiene que hablarle a la gente en un idioma que se entienda, rendir cuentas y dejar de andar con secretismos raros.
Dijo que una justicia moderna tiene que tener palabra clara, decisiones firmes, y sobre todo, una actitud de servicio. Porque el juez no está por encima de nadie: está ahí para resolver, no para complicar.
Homenaje con peso
El evento también sirvió para rendir homenaje al magistrado Rafael Luciano Pichardo, un hombre que defendió la Constitución cuando eso no era popular, ni rentable, ni seguro. Su legado, según Molina, sigue siendo una luz para todos los que creen en una justicia limpia y decente.
¿Y ahora qué?
Molina lo dejó claro: la democracia no se defiende sola. Y en un país como el nuestro, donde los poderes a veces se quieren pasar de la raya, es vital que los jueces tengan espina dorsal y principios claros.
Porque sí, las quinielas se juegan todos los días… pero con la justicia no se puede estar jugando. Si perdemos eso, lo perdemos todo.